Seguramente, la etapa escolar ha sido unos de los momentos que más nos ha gustado vivir y existen muchas historias que podemos rescatar de ella. Y estas vivencias se pueden relacionar con las tareas, con el deporte, con el recreo, con los profesores, con los compañeros, con las "escapadas" del colegio, con las chicas, con la familia, con los nuevos amigos, con las ceremonias escolares, con las alegrias y tristezas, con nuestros gustos y disgustos, con nuestras creencias e ignorancias en fin con los momentos gloriosos y los fracasos; me faltarian tiempo y energía para seguir la lista que sería interminable .
Por los años sesenta, mi familia se había trasladado a San martín de Porres -donde actualmente radicamos-, llevado por el espíritu de libertad, ya que el espacio donde vivíamos era reducido y el ambiente de los alrededores no era el adecuado. Nos instalamos, en un lugar donde los pobladores buscaban con ansias un terreno donde vivir, donde no solamente edificar sus casas; sino también fundar una esperanza. Por la mañana, una gran polvareda se levantó alrededor de nuestra casa y recien nos dimos cuenta el alboroto cuando los vecinos caminaban de un lugar a otro con sus cintas métricas midiendo los terrenos y marcándolos con tiza cada lote. La medida que nos tocó era de 250 mts. de fondo por 10 mts. de ancho. Sentimos una gran emoción de poder contar con el terreno propio y fue cuando nuestra alegría se desbordó en llanto, por lo que significaba aquella ocasión que sería desde luego memorable. La algarrabía también tocó los corazones de todas las persona que al igual que nosotros, recibían un lote. Desde aquel momento la tranquilidad de aquel sector denominado Nicolás de Piérola se transformó, dejando de ser una pampa solitaria para convertirse en una nueva población bulliciosa de Lima, por las jaranas vecinales que a partir de entonces se darían.
La primera avenida principal para nosotros fue la Avenida Perú. Esta avenida tiene tantos recuerdos y muchos de ellos son memorables. Por ejemplo, les digo que por ahí transitaron los astronautas que fueron y vinieron de la luna cuando visitaron a nuestro país y también dieron paseos alrededor del mundo llevando sus experiencias gloriosas de haber estado en el espacio. Al menos eso fue lo que me comentaron.
Nuestra avenida Perú, por aquellos días, era solo un camino de pedregal que serpenteaba abriendose paso entre las casas. Por ahí transitaba toda clase de movilidad que tuviera llantas de caucho, claro está, lo hacían con hidalguía en un terreno agreste y duro. Desde casa se observaba a lo lejos, levantandose imponente el cerro "La Milla"; que hasta ese momento todavía se miraba desde la calle de mi casa. Hasta hace varios años, el cerro todavía se dejaba observar desde nuestro tercer piso, pero que luego se hizo difícil porque los vecinos de a lado edificaron sus casas hasta levantarlo en un quinto piso. Actualmente, nos contentamos divisandolo desde el muro que se levanta en la ribera del rio Rímac o acercándonos a él, para ello solo nos cuesta transitar unas quince cuadras para toparnos cara a cara con este majestuoso cerro. A la distancia del tiempo, ahora lo vemos coronado con variedades de antenas parabólicas de emisoras conocidas de la ciudad. Tengo que decirles que estando en la primaria -a propósito mi colegio se llamaba "Barboncito" alistado con el número 4580-, donde el Director fue Don Honorio Delgado y mi profesor fue el profesor "juanito" que le decíamos de cariño pero, que su verdadero nombre era Juan Grados Bernabel, él me enseño a partir del segundo grado hasta el quinto ya que en mi tiempo no había el sexto; enseñaban además mi profesora Carmen Poppen de Kun, que sólo me enseñó el primer grado con el libro "Coquito"y en transición me hubo enseñado el profesor Solano, dándonos él unas prácticas para leer bien hasta más no poder con el libro de lectura "Emilio y Raquél", y estaban también en ese staf : El profesor Chiri, que estuvo de novio con la profesora Lea hasta que después se casaron, la profesora Clarisa que con su minifalda atraía a todos los incautos, El profesor Humberto Barrantes que marcaba la diferencia en el colegio por su mal genio pues decía "la letra entra con sangre" y se le veía corretear por todo el patio con correa en mano tras un alumno indisciplinado , el profesor Valenzuela que ra tan larguirucho que podía decirse que llagaba hasta el techo, el profesor Argumet un viejito él- sí, tengo que decirles que algunas veces cuando llegaba tarde al colegio y no me dejaban entrar, no me quedaba otra salida que irme con mis amigos a pasear; porque llegar a casa y aguantar la llamada de atención de mamá, era peor que haberle dicho desde casa que no quería ir a estudiar porque estaba cansado o algo por estilo. La solución era caminar hasta nuestro cerro que estaba a unas diez cuadras. Aquella vez que lo hicimos, trepamos corriendo las faldas del cerro hasta alcanzar la cima y desde ahí dominábamos el mundo con nuestra mirada. Todo se veía, no ven que por aquel tiempo todo se podía ver desde casa mientras estaba en primer piso y las otras también pero, ahora desde aquella altura del cerro nada impedía observar la distancia libre de obstáculos. El mar se veía como un gran espejo reflejando la luz solar empañando cual gasa fina nuestra visión. Al cruzar por aquellos parajes, desconocidos para nosotros quienes solo íbamos de la casa al colegio y del colegio a la casa religiosamente todos los dias excepto el domingo, porque también estudiábamos los sábados, nos dábamos cuenta de lo grande que era la ciudad. A lo lejos, apenas se veía una carretera y era totalmente diferente a la nuestra pues era maravillosa, tenía pista con asfalto, las casas eran bonitas, bien pintadas, tranquilas; era otro mundo. Con el tiempo supimos que era la Avenida Tomás Valle, aquella que se comunica con el aeropuerto.
Recuerdo que esa vez de la caminata al cerro estaba acompañado de cuatro compañeros y uno de ellos era el líder, además era el "bacancito" de la clase, el vivo, el peleandero, el que hacía de las suyas, "el que defendía la cuadra" por así decirlo. Al bajar hasta ese lugar extasiado por su modernidad, abajo nos esperaban cual emboscada del del Viejo Oeste cuando la caballería es sitiada por los apaches, pieles rojas, siux, navajos, etc. así sentimos la presencia de otros jovenzuelos un poco mayor que nosotros esperandonos sorpresivamente. Uno de ellos dijo dirigiendose a nuestro "matoncito":
_"Oye tú, ven pacá" haber voltéate los bolsillos y saca todo lo que tienes ahí-
Inmediatamente lo molieron a golpes hasat hacerlo sangrar. Todos nos quedamos impávidos sin saber que hacer. Hicieron lo propio con el resto de nosotros excepto los golpes. Pasamos exactamente una hora a su merced, secuestrados y sin que nadie advirtiera nuestra desgracia. Felizmente, todo no pasó de un gran susto, pues despues que nos robaron nuestro míseros sencillos y algunas baratijas, nos soltaron. Regresamos con el susto entre los dientes, sin hablar nada en el camino. Cabizbajos, maltratados, robados, golpeados y humillados, volvimos a casa como quien llegaba del colegio. Nuestros padres jamás se enteraron del asunto. No se si mis amigos luego del incidente lo comentaron a sus padres. Lo cierto es que desde aquella vez algunas cosas cambiaron en nosotros: no faltar al colegio, no llegar tarde y no deasprovechar el tiempo inutilmente.